Una vez conocí a una princesa, pero una princesa de verdad, de esas que hacen de esta vida una sensación amable. Esta princesa me abrió su puerta de luz con gran alegría, me mostró su corazón... Nos hicimos amigas. La Carmen tenía nombre de flor, ella descubrió eso un día y más Carmen se llamó. Pintaba maravillosamente, hasta que un día se fue a pintar su nuevo jardín por allá donde ha de estar el gran creador, cerca de las estrellas. Yo, a modo de recuerdo, de amor y nostalgia cosí esta pequeña cobijita, para que la usara esos días cuando sienta frío.


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